Teniendo en cuenta la complejidad que nos encontramos en la práctica clínica ante los problemas que atañen a los niños/as relacionados con el abuso de poder de otros hacia éstos, me siento en la obligación de hacer referencia a los abusos sexuales como uno de los mayores y más dolorosos en nuestra consulta aunque la perspectiva venga determinada por las vivencias de adultos que fueron víctimas de ello siendo menores.
El Estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia (2006) halló que por lo menos el 7% de las mujeres y el 3% de los hombres afirmaron haber sido víctimas de violencia sexual durante su infancia; (…) en muchos casos fue perpetrado por parientes, padrastros o madrastras.” (Incidencia de la violencia sexual contra la Infancia”; documento Save the Children). “Entre el 70-85% es abuso intrafamiliar, el 85% no lo desvelará o lo hará tiempo después; más del 30% de las víctimas nunca revela la experiencia a nadie; solamente entre el 10 y el 20% de los casos llegará al sistema judicial (ONG: El mundo de los ASI).
Entendamos pues la necesidad y prioridad de proteger a los menores en todos los ámbitos donde éstos se mueven (familiar, educativo, sistemas de protección de menores,…) De ello se ha hablado mucho en los últimos 20 años afortunadamente y a destacar incidir en las respuestas que reciben por parte de las diferentes instituciones y en general del medio social-cultural en el que se desarrolla dicho menor.
A destacar los factores que se han ido descubriendo a lo largo de la historia y que han provocado y/o mantenido los abusos sexuales a menores:
Los estereotipos de género, los parámetros de belleza y de éxito con la consiguiente sobrevaloración del cuerpo y de los modelos que promueven los medios de comunicación; el abuso de poder que se produce familiar o socialmente entre el abusador/a y la víctima, siendo socialmente validada. Especial mención al hecho de que hasta hace muy pocos años se desconocía cómo afecta cualquier hecho traumático ocurrido en la infancia sobre la vida de las personas a corto, medio y largo plazo.
FACTORES PRECIPITANTES
Factores personales de los menores que los convierte en más vulnerable:
Los que presentan alguna discapacidad así como los más pequeños, los que carecen de vínculos de apego seguro, los que se ven envueltos en un ambiente familiar violento y por supuesto la falta de información veraz en materia sexual.
Factores personales de los agresores:
Violencia en toda su magnitud, historias propias con precedentes de maltrato físico, psicológico o sexual, falta de empatía, personalidades psicopáticas,…
Cuando ocurre en ámbitos intrafamiliares o en una institución como la escuela y son los menores las víctimas aún se hace más patente la crueldad enmascarada en muchas veces la confianza que el menor deposita en el tutor adulto, sea éste progenitor/a, pareja del progenitor, hermano/a, otros familiares, profesor/a,…
Se deduce la necesidad de conocer esta realidad del abuso sexual entendiendo su contexto socio-cultural y familiar como factores de riesgo.
PREVENCIÓN
Algunas pautas que se están siguiendo en escuelas y diferentes comunidades coinciden en dotar de recursos a los/as niños/as de forma que se puedan detectar comportamientos anómalos en adultos u otros menores. Si esto se realizase de forma generalizada se lograría prevenir nuevos casos de abusos; los niños/as podrán así evitar situaciones de riesgo o en caso de encontrarse con ello oponerse al abusador. Por otro lado, los adultos que están a cargo de menores puedan identificar señales o indicios de que éstos puedan estar siendo víctimas de abusos sexuales.
¿CUÁLES SON ESTOS COMPORTAMIENTOS ANÓMALOS?
Puesto que el 90% de dichos abusadores son conocidos en el entorno del niño/a también esto hace difícil su identificación o sospecha.
Existen 6 patrones de preparación que los abusadores usan (Jen Price en defend innocence) y se resumen en:
- La formación de Relaciones: les gusta pasar tiempo libre con niños/as y apartan a uno de ellos considerándolo “especial” y así darle atenciones y/o regalos que no hace a otros, incluso puede que se interese especialmente por su apariencia y hasta le tome más fotografías de lo que se consideraría “normal”.
- Prueban los límites: relacionado con el cómo reacciona el niño/a a ciertos comentarios o chistes de carácter sexual e incluso puede probar con juegos como bajar los pantalones, a verdad o reto, a quitarse la ropa,…Otras veces probará su reacción al entrar en un lugar de privacidad donde se encuentre el niño, por ejemplo el baño. Como les gustan los secretos pedirá no comentar los juegos y momentos que se comparten, asegurándose que no serán atrapados.
- Tacto: comenzará con un toque como chocar la mano o abrazos para pasar a tocar “accidentalmente” una parte privada del cuerpo del niño/a y ver cómo reacciona; puede que lo siente en su regazo e intente besarlo. Esto en principio inocente pasará a ser sexual, siempre probando cómo reacciona el niño/a.
- Intimidación: la utilizan para asegurarse que el niño/a no contará el abuso; probará su reacción culpándolo por algo sencillo y comprobará si lo rechaza o lo cuenta a otra persona. Usará el miedo o la vergüenza o frases como “no te va a creer”.
- Compartir material: para normalizar las relaciones sexuales pueden compartir material sexual y es probable que se comience con mensajes de texto subidos de tono,…
- Comunicación en secreto: a menudo este tipo de comunicaciones empiezan a darse on-line. Le contará algún secreto para ver si lo llega a contar, jugará al secretismo incluso en los mensajes, llamadas, correos,…
Si un progenitor detecta algunos de estos patrones deberá hablar con el (presunto) abusador y le explicará los límites que establecéis como familia para vuestro hijo y los motivos. Tanto si se trata o no de un abusador se dará por avisado (y observado) y dejará de preparar a tu hijo. Deberemos pues prestar especial atención a todos los indicadores para poner en marcha un completo abordaje, esto es, señales físicas y psicológicas, su explicación vivencial.
TRATAMIENTO PSICOLÓGICO APLICADO A LA VÍCTIMA DE ABUSO SEXUAL
Existen varios estudios que demuestran que los menores que han sido sometidos a abusos tienen más riesgo de padecer patologías relacionadas con la salud mental (“las experiencias traumáticas en la infancia pueden facilitar la aparición de síntomas psicóticos” del British Journal of Psychiatry en 2008; “Las secuelas emocionales en las víctimas de abuso sexual en la infancia” (Echeburúa y de Corral, Cuad Med Forense 2006; entre otros.
Desde la perspectiva del adulto que acude a la consulta de tratamiento psicológico demandando ayuda por padecer estrés postraumático ([309.81] (F43.10) según DSM-V) como consecuencia de haber sido víctima en su infancia de abusos sexuales, nos encontramos con una sintomatología que cursa ya desde entonces en la mayoría de los casos. El abordaje por supuesto es siempre personalizado y en numerosas ocasiones es durante la terapia que el paciente confiesa haberlo sufrido de niño/a. Resaltar que en muchos casos la persona no es consciente de la asociación directa de sus síntomas psicológicos (a veces también físicos) y el hecho traumático acaecido hace años. La mayoría que lo revela incluso duda de sus propias percepciones acerca de que realmente ocurrió. Este hecho complica poder focalizar el tratamiento en el origen, es decir, lo que motivó que apareciesen todo un conjunto de síntomas, conductas impredecibles, sensaciones, pensamientos y emociones. En referencia a ello y en resumidas cuentas cómo ha condicionado su vida en todos y cada uno de los ámbitos en que se ha ido desarrollando su evolución personal.
Los efectos a largo plazo se relacionan con trastornos de personalidad ligados al afecto, a las relaciones, a las competencias y al sexo. Su comportamiento tendrá que ver con un exceso de control (perfeccionismo, autoexigencia) o una falta de control (conducta impulsiva, poco reflexiva), a veces existe una alternancia entre ellas en la misma persona.
El olvido o bloqueo del trauma se entiende desde el punto de vista de la supervivencia (o resiliencia). Le daremos una explicación que le permita entender(se), procesar correctamente el/los sucesos desde una realidad contextual y finalmente desculpabilizarse. En el contexto en que sucedió el abuso entran en juego las familias y el entorno inmediato; ocurre con bastante frecuencia que no se cuenta a nadie lo que pasó y también con frecuencia y sobre todo cuando es un abuso intrafamiliar la víctima, aunque se explique, no encuentra apoyo por parte de ellos, a veces no creyendo lo que se narra, a veces haciendo silenciar a la víctima del abuso. El miedo la acompaña de forma constante, a que la familia se rompa al revelar, a no ser creído, a la exclusión de la comunidad o grupo social.
Películas como Sleepers (Levinson), No tengas miedo (Armendáriz), Atando cabos (Lasse Hallström), entre otras, abordan este tema. Algunos de los libros más reveladores: “El cuerpo nunca miente” (Alice Miller); “El cuerpo violado” (Maurizio Stupiggia); “Abuso sexual al menor” (David Finkelhor); “Abusos sexuales de menores. Lo que recuerdan de mayores” (Félix López Sánchez),… Novelas como “Mujeres que corren con los lobos” (Clarissa Pinkola); “Delitos de amor” (Mª Mercè Roca); la trilogía “Millenium” (Stieg Larsson). Cuentos infantiles como “Ni un besito a la fuerza” (Marion Mebes); “Marta dice NO” (Cornelia Franz); “Algo pasó y me da miedo decirlo” (Patricia Kehoe).
Señalar que cuanto más repetitivo es el hecho a lo largo de sus años de infancia mayor es el impacto emocional. Entenderemos el sentimiento que ha sido provocado (emoción más pensamiento); la emoción ha sido etiquetada (subconscientemente) y emite un juicio de valor (interpretación subjetiva).
Los sentimientos derivan del pensamiento, son duraderos y a veces no son congruentes con el comportamiento visible puesto que podemos ocultarlos voluntariamente.
De estos datos se deduce la complejidad que subyace al proceso psicoterapéutico cuando el/la paciente es ya adulto pues toda su vida ha girado y ha sido condicionada enormemente alrededor del hecho traumático.
La Terapia Cognitiva no sólo va dirigida a la sintomatología propiamente manifiesta y diagnosticada como “Estrés Postraumático” sino que se tendrán en cuenta todas las implicaciones emocionales que ha llevado a “ser” como actualmente se muestra la víctima y también las implicaciones relacionales (familiares, sociales, de pareja, laborales…) y por supuesto sexuales.
Desde la perspectiva de construcción de la realidad es muy interesante cómo se percibe el sí mismo (como víctima) y exploramos si el hecho traumático controla su vida, de qué forma y en qué grado lo mantiene vivo, lo alimenta (o no). Entre estas imágenes de sí mismo permanecen sentirse impotente, invalidado y culpable de lo acontecido y de no haber hecho posteriormente lo correcto.
El objetivo es buscar nuevas alternativas enfocadas en el presente y acompañándola, guiándola hacia la autoempatía constante hacia la niña/o de forma que deje de minar su vida actual.
Entiendo la relevancia del cambio a nivel emocional como lo más importante y como consecuencia siempre de la forma en que interpretamos los acontecimientos y por ende los sentimos; conseguir cambiar estas percepciones/atribuciones relacionadas con el trauma.
No se trata de una Terapia estática sino todo lo contrario, en continuo movimiento donde el paciente es el protagonista y ha de desempeñar una actitud proactiva dentro de su propio proceso constructivo. Se consigue desde un auto-conocimiento de sus propios puntos fuertes, capacidades y habilidades que en un principio y en muchos casos ni siquiera conoce; a partir de aquí y en consonancia con la aplicación también dinámica de las diferentes técnicas se va elaborando un cambio que le hace sentirse cada vez más válido, capaz, de percibirse como persona completa ya desprovista de la indefensión percibida (aprendida), con herramientas nuevas para identificar situaciones que ya va concibiendo sin el filtro de una realidad íntimamente ligada al abuso.
Añadir el papel familiar que será más importante cuanto más cercano al paciente sea el abusador. Se plantea la necesidad de contar la verdad y a quién (si aún no se ha hecho con nadie); de enfrentarse al agresor mediante una denuncia; de pedir explicaciones a la familia que sabía desde el principio lo que ocurrió y se mantuvo al margen. En muchas ocasiones enfrentarse al agresor es imposible por diferentes motivos (fallecimiento, desconocimiento del paradero…); en estos casos los ejercicios vivenciales y dramatizaciones (T. Guestalt) ayudan a la persona a aceptar y asumir el hecho traumático sin la culpa y vergüenza que conlleva.
Hablemos del perdón. Cuando trabajamos hechos tan dolorosos como maltratos o abusos sexuales este tema es planteado generalmente por el paciente; ante ello no hay una respuesta única, sobre todo es una cuestión muy personal que dependerá de cómo sienta que termina su propio ciclo después de haber trabajado tanto y tan profundamente. Lo que sí es necesario es ese perdón de experiencia vital, de parte de la vida de la persona que reconstruye, sabedora de que ya forma parte del pasado y que en su centrarse en el presente aquello ya es vivido como acontecimiento que fue doloroso y que hoy día ya no le condiciona; ha aceptado y ha interiorizado sin juzgar sus emociones.
Una vez se haya superado esta etapa todo comienza a percibirse más sencillo, tomando decisiones más certeras por el aumento de su propia estima.