LA HIPERACTIVIDAD

27 de enero de 2012

La hiperactividad es un problema infantil que se manifiesta por una serie de síntomas que ocurren de forma continuada en el tiempo y son los siguientes:

  • a menudo mueve en exceso manos o pies, o se mueve en su asiento. 
  • a menudo abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado. 
  • a menudo corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo. 
  • a menudo tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio.
  • a menudo “está en marcha” o suele actuar como si tuviera un  motor. 
  • a menudo habla en exceso.
Además, estos niños también presentan una impulsividad bastante marcada, que se manifiesta porque a menudo precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas, tiene dificultades para guardar turno y también a menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros, por ejemplo, se entromete en conversaciones o juegos.
Otra cosa que suele ocurrir es el hecho de presentar una imposibilidad de prestar atención a cosas importantes. Con frecuencia no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares o en otras actividades. Tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en el juego. Parece no escuchar cuando se le habla directamente. No sigue instrucciones y no finaliza tareas escolares, encargos, u obligaciones en el centro de trabajo. Tiene dificultades para organizar tareas y actividades. También frecuentemente evita, le disgusta o hay cierto rechazo a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido, como trabajos escolares o domésticos. Extravía objetos necesarios para tareas o actividades, como juguetes, ejercicios escolares, lápices, libros o herramientas. Se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes, y es descuidado en las actividades diarias.

¿CÓMO SE DETECTA LA HIPERACTIVIDAD?

Cuando un niño es muy pequeño, un bebé, es evidente que no cambiará de actividad cada dos minutos, ni correrá o saltará por toda la casa, pero sí que algunos especialistas pueden observar ciertos indicios de hiperactividad en bebés que lloran y se agitan constantemente, que sufren dolores, duermen mal por las noches y se despiertan por cualquier cosa. A partir del primer año se mueven sin cesar, lo tocan todo, tropiezan con cualquier objeto, se caen y se golpean los pies a menudo, y se muestran irritables y exigentes.
 A la edad de 5 o 6 años cambian continuamente de actividad, saltan, corren, no pueden estar quietos ni un minuto, se muestran incapaces de centrar su atención en los estudios, una conversación, incluso en actividades de ocio, como decía hace un momento. Son niños muy nerviosos y a menudo con muy poca habilidad para manejar cosas con sus manos. Además de esos problemas de concentración y atención que explicaba antes también en el colegio suelen tener dificultades en el lenguaje y en relacionar unas cosas con otras. Suele presentar retraso escolar en asignaturas como matemáticas, lengua o idiomas y en la lectura y la escritura.
  

¿UN NIÑO MUY MOVIDO ES UN NIÑO HIPERACTIVO? 

Un niño hiperactivo es muy movido, pero un niño muy movido no es necesariamente hiperactivo. Con 5 y 6 años es normal que los niños no paren quietos, pero habitualmente sí son capaces de mantener su atención en algo concreto. Si un niño de esta edad no presenta problemas de desarrollo, e4s decir, de motricidad, de lenguaje, de atención, concentración,… entonces su comportamiento no tiene por qué ser considerado extraño para su edad.

¿CUÁL ES LA CAUSA DE LA HIPERACTIVIDAD? 

Hay varios factores que pueden causar la hiperactividad, entre ellos la herencia. Algunos estudios demuestran que un porcentaje alto de niños con este problema tienen padres que también lo son. También puede ocurrir que se hayan presentado alguna lesión neurológica u otro tipo de problemas como encefalitis, meningitis, amenaza de aborto y estrés en el embarazo, leve sufrimiento fetal durante el parto,… Otra causa podría ser el hecho de que el niño haya vivido experiencias estresantes como una hospitalización durante el primer año de vida o la separación de los padres y una larga espera en un centro de acogida hasta su adopción. Y por supuesto el que se den continúas tensiones en una familia, como malas relaciones entre los padres o pocos recursos económicos, que provoca en los niños una inestabilidad porque los padres se sienten irritables, alterados, nerviosos, y ello trae como consecuencia la poca tolerancia al comportamiento de su hijo. 

¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A NUESTRO HIJO HIPERACTIVO? 

Sobre todo hay que tener en cuenta que la hiperactividad en sí misma, en el sentido estricto de la palabra no se cura totalmente, pero sí podemos incidir en la prevención de sus consecuencias, y a ayudarles a remediar los problemas que surgen en su desarrollo, como el lenguaje, por ejemplo. Primero acudir al neurólogo para descartar que presente una disfunción cerebral. Y por supuesto acudir a un profesional psicólogo que hará un seguimiento y asesorará a los padres sobre cómo se presenta el trastorno y qué cosas se pueden hacer para mejorarlo.

¿CUÁLES SERÍAN LAS PAUTAS CONCRETAS PARA ABORDAR ESTE PROBLEMA? 

Cada caso particular requerirá unas pautas concretas a seguir, puesto que cada familia tiene sus propias maneras de relacionarse. Por tanto, habrá que explorar cómo funcionan las diferentes interacciones en casa, cómo se comportan con el niño en concreto cuando hay problemas, y a partir de aquí se decidirá el abordaje más idóneo. 
De todas formas podemos hablar de pautas generales que pueden ayudar de momento a los padres y que pueden hacer disminuir los síntomas en cierta medida. 
Hablar con calma: no hay que olvidar que hay un problema de atención, por lo que tenemos que ser muy cautos a la hora de hablarle, de forma tranquila, pausada, sin límites de tiempo, y preguntarle si ha entendido lo que se le ha dicho para asegurarse, si no es así volver a repetirlo. 
Otro problema muy común es la falta de límites, en el sentido de que estos niños no se dan cuenta, por su impulsividad, de que a veces no hacen bien las cosas, porque se precipitan en su actuación, por lo que es importante que poco a poco los padres introduzcan en el niño esa noción de límites, de lo que se puede hacer y lo que no. 
Para que pueda sentirse seguro y tranquilo necesita que su vida se organice con gran rutina, porque a menudo no acaban las cosas que tienen entre manos y se despistan o se cansan. La rutina les ayuda a seguir unas actividades de forma continua, con unos horarios marcados, pero introduciendo la calma, por supuesto. 
También para crear esa seguridad, confianza, es bueno, como a todos los niños, claro, asignarle responsabilidades. Para todos es importante para que adquieran ese sentido de la responsabilidad de la que hablábamos hace algunos programas, pero lo que ocurre a menudo con las familias que tienen un hijo de estas características es que parece que se rindan, que no les ofrecen responsabilidades porque piensan que no lo hará, o lo hará sin ganas, lo dejará a medias,… Pero si hacemos esto nos estamos equivocando, ya que estos niños tienen poca confianza en sí mismos, poca autoestima, y el hecho de que les ofrezcamos una serie de tareas diarias hará que aumente esa confianza, esa autoestima. Las tareas irán en función de lo que los padres consideren que por edad pueden desempeñar, ya sea cosas relacionadas con responsabilidades dentro de la casa como fuera de ella, por ejemplo hacer recados, que a partir de los 7 años les encanta. 
Muchas veces se siguen estas pautas y se olvida que también a menudo costará que las sigan a rajatabla, no olvidemos que se trata de un niño con problemas en su comportamiento, y por tanto debemos ser muy pacientes. Por tanto, el castigo en estos niños debe descartarse, ya que lo que hará es incrementar sus problemas y esto hará que pierda su escasa autoestima.
 En cuanto al colegio es interesante que haya un ambiente tranquilo que le evite problemas de concentración. Las actividades que se desarrollen en el aula deben ser breves para que no sobrepasen la capacidad de atención que posee el niño. Los maestros estarán atentos en proporcionar a estos niños tareas que no les aburran, por un lado, y por el otro que sean amenas y cortas de desempeñar, pues de lo contrario se perderán o se cansarán. 
También es importante proporcionarle mucha actividad física, pues son niños excesivamente movidos y necesitan descargar tensión de forma continuada. Cuando hablamos de actividad física nos referimos a todo lo que se refiera ejercitar los movimientos, ya sea con la práctica de algún deporte o bien juegos que requieran un cierto dominio de la motricidad de brazos, manos, piernas y pies, teniendo en cuenta que sean cosas que al niño le agraden. O simplemente caminar. Si los padres le proporcionan la posibilidad de liberar energía y al mismo tiempo establecen unas normas a las que pueda ajustarse, pueden tener éxito. Pero es absurdo pretender que se siente tranquilamente en la mesa y no se levante en toda la comida. Sin embargo, los padres pueden prohibirle molestar o pegar a los otros niños. En este sentido y para fomentar su seguridad y responsabilidad los padres pueden preguntarle por qué quiere hacer esto o aquello, como una forma de ayudarle a elegir sus actividades, en vez de lanzarse a lo primero que se le ocurra sin reparar en los posibles peligros que pueda acarrear, como golpes o caídas, que es también muy frecuente debido a su impulsividad. 
Como les cuesta prestar atención hay algo que funciona muy bien a este nivel, para mantener ese estar atento, y es apoyarse en gestos y en imágenes cuando se le habla, ya que le es más fácil y ameno seguir una conversación si se le ayuda de forma visual. La pauta del “mírame cuando hablo” suele ser muy efectiva, ya que le obligará a estar más atento a todo lo que hace el adulto.

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