LOS ATAQUES DE ANSIEDAD Y LA AGORAFOBIA

24 de enero de 2012

¿QUÉ ES UN ATAQUE DE ANSIEDAD O CRISIS DE ANGUSTIA?

Para entender lo que es podemos poner un ejemplo: un día va en tren o en metro y un encapuchado entra en su vagón empuñando una metralleta. Lo normal es que le entre pánico, es decir, tendrá palpitaciones y empezará a sudar, a temblar y a pensar en una forma de huir. Ahora nos podemos imaginar que de repente le asalta la misma sensación de terror, en el mismo vagón, pero sin motivo aparente. Realmente no hay nada raro en el tren, sólo pasajeros que hablan en voz baja y leen el periódico. Intentará desesperadamente encontrarle un sentido a lo que le pasa, empezará a sacar conclusiones precipitadas y seguramente pensará: “Me estoy volviendo loco… o estoy teniendo un infarto… o voy a quedar en ridículo… o voy a perder el control,… me voy a morir…”.
Por lo tanto, podemos decir que todos hemos experimentado esos síntomas del miedo, que es una reacción normal de lucha o huida del organismo. Ante el peligro, el organismo produce adrenalina y el corazón late más deprisa para enviar más sangre a los músculos de brazos y piernas, la respiración se acelera para aportar más oxígeno y se suda para refrescar el cuerpo. Pues esa misma reacción refleja es la base de los ataques de pánico. Pero la diferencia es que, aunque los efectos físicos son exactamente los mismos, en los ataques de pánico no hay peligro aparente. Por lo tanto, se pueden producir en cualquier sitio, en el supermercado, en una reunión de trabajo… Y al mismo tiempo podemos afirmar que no son nocivos para la salud, es decir, que ni se va a desmayar, ni se va a volver loco, ni va a tener un infarto, etc.
Así pues, para que quede más claro aún, los síntomas físicos que suelen darse en estos casos son: palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento, sensación de atragantarse, opresión o malestar en el pecho, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad, mareo o desmayo, sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo, miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir, sensación de entumecimiento u hormigueo, escalofríos o sofocos.

¿POR QUÉ UNA PERSONA PUEDE TENER UN ATAQUE DE PÁNICO?

Aparentemente se producen de repente y sin un motivo, pero en realidad su causa principal es una sobrecarga de tensiones, de preocupaciones y de hechos cotidianos que se suman y que se combinan además con una situación en la que la persona se siente atrapada o amenazada hasta cierto punto, y esto suele bastar para provocar sensaciones físicas desagradables.
Pero también hay algo más a añadir, y es que la primera reacción natural es malinterpretar esos síntomas y creer que nos pasa o nos va a pasar algo terrible, como que nos dé un infarto, nos muramos o nos volvamos locos, o querer huir o escapar. Y aquí es donde se crea un círculo vicioso: primero comienza por un conjunto de estímulos, que pueden ser externos (un lugar concreto, personas, situaciones) o también internos (pensamientos, imágenes,…) y todas ellas provocan ansiedad, pero la persona las interpreta como una amenaza, un peligro para él mismo, y es este hecho de percibirlos como peligrosos lo que hace que se produzca un estado de aprensión o miedo. Evidentemente este estado va acompañado por un gran número de sensaciones corporales, que son los síntomas físicos que he descrito antes. Como estas sensaciones mismas se interpretan de un modo catastrófico (me va a dar un infarto, me voy a morir, a volverme loco,…) esto hará que se incremente el miedo, y a su vez se producirá un aumento de la intensidad de esas sensaciones corporales, hasta formar ese círculo vicioso que acaba en una crisis de angustia o ataque de pánico.
Además existen dos procesos que explican mejor el hecho de que se mantengan las crisis de angustia cuando la persona ya ha desarrollado cierta tendencia a interpretar de forma catastrófica las sensaciones corporales. Por un lado, debido al miedo a ciertas sensaciones la persona se vuelve hipervigilante, es decir, que centra su atención constantemente en sí mismo, lo que le lleva a ser consciente de sensaciones que seguramente para otras personas sencillamente no existen, o no llegan a darse cuenta de ellas. Una vez que se perciben son además evaluadas como evidencia de una enfermedad mental o enfermedad física grave. Por otro lado, la persona suele empezar a evitar aquellas situaciones o actividades que le llevan a experimentar las situaciones que teme. Esta evitación es debida al hecho continuo de buscar explicaciones constantes de lo que ocurre y evidentemente, cuando no hay una explicación lógica, se buscan indicios de lo que puede provocarlo, se empieza a tener una cierta percepción de todo aquello que pueda dar como consecuencia la elevación de la ansiedad. Muchas veces incluso deja de hacer cosas que antes hacía por ese miedo y que se pueden considerar actividades de la vida diaria que evidentemente pueden producir sensaciones de ansiedad, aunque no para tener un ataque de pánico, como por ejemplo: coger ascensores rápidos, ir en un coche a velocidad elevada, subir escaleras deprisa o corriendo, permanecer en habitaciones, coches o ambientes calientes o cargados, utilizar secadores de peluquería, caminar fuera de casa con tiempo muy frío o muy caliente, montar en atracciones movidas de feria, bailar, tener relaciones sexuales, beber café, comer chocolate, ver películas de terror, hacer deporte, discutir, y un largo etc.
Lo que puede ocurrir en última instancia, aunque no siempre sucede, es limitar tanto esas situaciones que incluso evite salir de casa para no tener que enfrentarse a ese miedo, y aquí se puede desarrollar una Agorafobia, es decir, tener la necesidad de encontrarse en un lugar seguro pues de lo contrario se sentirá atrapado. Ese radio de seguridad se puede encontrar en la casa o bien en lugares cercanos a ella, donde la persona sabe que podrá escapar o encontrar ayuda en un momento determinado, de ahí que tenga tanto miedo a los lugares muy concurridos o por el contrario muy constreñidos, donde casi no pueda moverse.

¿CUÁNDO SE TIENEN LOS ATAQUES DE PÁNICO?

Hay más posibilidad de sufrir un ataque de pánico cuando se está cansado o agotado y por consiguiente menos preparado para enfrentarse a las tensiones de la vida diaria. Si el estrés, en esta persona en particular tiende a crearle problemas respiratorios o circulatorios, es posible que tenga más propensión a los ataques de pánico que otras personas con otro tipo de problemas.
Algo muy importante a tener en cuenta es que seguramente la 1ª vez fue por algo que a esa persona en concreto le creó una sensación de estar atrapado, de impotencia, de no poder actuar en consecuencia y como los síntomas físicos son tan espectaculares, comienza a tener miedo del siguiente. Por tanto, es ese mismo miedo y la mala interpretación de la que hablábamos antes lo que hace que pueda producirse otro ataque de angustia, o que se evite tener otro.

¿CUÁLES SON LOS MIEDOS MÁS COMUNES EN UNA PERSONA QUE SUFRE DE ATAQUES DE PÁNICO?

Estos miedos son: el sufrir un ataque al corazón, perder el control, desmayarse, asfixiarse o ahogarse, volverse loco o sufrir un colapso nervioso. Pero ahora veremos por qué no pueden darse precisamente estos miedos.
ATAQUE AL CORAZÓN:
Las palpitaciones y taquicardia experimentadas durante los ataques de pánico pueden conducir a pensar que uno va a morir de un ataque cardíaco. Estos síntomas son una parte normal de la respuesta de emergencia del organismo ante una situación que se considera peligrosa, respuesta que es debida a una activación del sistema nervioso simpático. Además, hay varias cosas que conviene conocer. En primer lugar, los síntomas principales del trastorno cardíaco son el dolor en el pecho, la falta de aire y, ocasionalmente, palpitaciones y desmaya. Estos síntomas empeoran con el ejercicio o el esfuerzo y desaparecen bastante rápidamente con el reposo. En cambio, aunque los síntomas de las ataques de pánico pueden intensificarse durante el ejercicio, ocurren con igual frecuencia durante el reposo. En segundo lugar, el trastorno cardíaco produce casi siempre grandes cambios eléctricos en el corazón que pueden apreciarse fácilmente en el electrocardiograma. En contraste, el único cambio que se aprecia en el electrocardiograma durante los ataques de pánico es un aumento del ritmo cardíaco.
Finalmente, la ansiedad, el estrés o el pánico no provocan ataques cardíacos. Para que estos tengan lugar, deben darse varias de las siguientes condiciones, algunas de las cuales están interrelacionadas: lesión grave en el corazón o en las arterias, exceso elevado de ácidos grasos en la sangre, dieta incorrecta, sobrepeso, vida sedentaria, consumo excesivo de alcohol, tabaco y/u otras drogas, hipertensión. Pueden ser factores de riesgo el tener antecedentes familiares y el ser varón. El estrés o la ansiedad excesiva pueden aumentar el riesgo cuando se combina con las condiciones anteriores, pero por sí solos no dan lugar a ataques cardíacos.
PERDER EL CONTROL:
Algunas personas creen que van a perder el control durante los ataques de pánico. El significado de esto puede ser quedarse totalmente paralizado y no ser capaz de moverse, hacer cosas extrañas o ridículas, correr sin rumbo, gritar, romper objetos, agredir a otros, tirarse por la ventana, etc. Sin embargo, esta sensación de pérdida de control no se corresponde con la realidad. La gente que tiene crisis de angustia no pierde el control; en el peor de los casos escapa de la situación hacia un sitio más seguro, lo cual no es precisamente una falta de control. De hecho, no es sino un ejemplo de respuesta de emergencia ante un peligro percibido, de modo que se favorece la respuesta de huida. Es posible que uno tenga alguna sensación de confusión o irrealidad, pero se conserva la capacidad de pensar y actuar de cara a ponerse a salvo. La reacción de emergencia no produce parálisis ni va dirigida a hacer daño ni a sí mismo ni a personas que no constituyen ninguna amenaza.
DESMAYARSE:
Las personas que experimentan mareo, vértigo o sensación de inestabilidad durante los ataques de pánico pueden tener miedo a desmayarse o perder el conocimiento. Sin embargo, la probabilidad de que esto ocurra es mínima. Para que tenga lugar un desmayo debe haber un descenso del ritmo cardíaco y una bajada notable de la presión arterial. Sin embargo, cuando se experimenta una fuerte ansiedad o pánico, ocurre todo lo contrario: el ritmo cardíaco y la presión sanguínea aumentan. ¿Cómo se explica entonces la sensación de mareo? Sencillamente, como parte de la reacción de emergencia ante el peligro, el corazón envía más sangre hacia los músculos (para poder correr o luchar) y relativamente menos al cerebro. Esto significa que hay una pequeña caída de oxígeno en el cerebro y esta es la razón de que uno pueda sentirse mareado. Sin embargo, esta sensación no significa que uno se va a desmayar, ya que la presión sanguínea global es alta, no baja.
Si una persona se ha desmayado anteriormente, es conveniente que compare las sensaciones que preceden a un desmayo real con las que experimenta durante un ataque de pánico. Nunca son las mismas. Antes de desmayarse, siente frecuentemente que se está desvaneciendo, es como un alejamiento progresivo de la realidad, como ir sumiéndose en un sueño. En cambio, durante un ataque, la gente está terriblemente consciente de sus intensas sensaciones de mareo y de otras posibles sensaciones acompañantes.
ASFIXIARSE O AHOGARSE:
Es muy frecuente que uno respire más rápida o profundamente cuando está muy ansioso. Esto forma parte también de la respuesta de emergencia, ya que se necesita más oxígeno si se va a luchar o a correr para escapar. Pero si no se hace nada de esto, se provoca un estado de hiperventilación o sobrerrespiración: se respira un volumen de aire mayor del que necesita el organismo. Como consecuencia, se produce una disminución excesiva de anhídrido carbónico o dióxido de carbono en la sangre; a su vez, esto reduce la actividad del centro del reflejo respiratorio en el cerebro, con lo cual desciende la frecuencia respiratoria. De este modo, surge el efecto de falta de aire.
Sin embargo, es imposible asfixiarse o ahogarse. De hecho, el intentar compensar esto mediante una mayor respiración voluntaria hace que siga el estado de hiperventilación y la sensación de falta de aire entre otras. Lo que hay que hacer es respirar lenta, regular y diafragmáticamente. Si se respira así el dióxido de carbono aumenta de un modo sustancial y este incremento estimula de forma automática el centro respiratorio cerebral, que produce a su vez un incremento de la respiración.
VOLVERSE LOCO:
Cuando hablamos de la locura nos referimos normalmente a un trastorno muy severo llamado esquizofrenia. Se caracteriza por pensamientos y lenguaje incoherentes y sin sentido, creencias delirantes y alucinaciones (por ejemplo oír voces que no existen). La esquizofrenia no aparece de repente, se desarrolla gradualmente, y desde luego no como consecuencia de un ataque de pánico.
SUFRIR UN COLAPSO NERVIOSO:
Algunas personas creen que durante un ataque de pánico sus nervios pueden llegar a agotarse y entrarán en un estado de postración extrema o de desmayo. Los nervios no son como los cables eléctricos, que pueden sobrecargarse e incluso quemarse con la excesiva tensión eléctrica, y la ansiedad no puede llegar a agotarlos, dañarlos o consumirlos. Así que ni la ansiedad ni el pánico dañan físicamente los nervios.

¿QUÉ SE PUEDE HACER PARA ENFRENTARSE A UN ATAQUE DE PÁNICO?

Primero de todo decir que no es fácil conseguirlo por uno mismo, pero quizás las pautas que explicaré a continuación sirvan para que de momento “no vayan a más”. Pero evidentemente en todos los casos hay un foco del problema, una causa que lo provoca y que debemos localizar, y que por otra parte, en cada persona puede ser diferente. En cualquier caso hay una serie de puntos que pueden ayudarle, como mínimo, a entender un poco más lo que le ocurre:
• En primer lugar, piense racionalmente. Recuerde que las sensaciones de pánico son reacciones físicas normales, aunque exageradas. Son inofensivas: no le va a pasar nada irreparable.
• Céntrese en el presente. Fíjese en lo que le pasa a su cuerpo. Baje el ritmo y concéntrese en la palabra “tranquilidad”, pero no se detenga. Relaje los músculos y eche los hombros hacia atrás para respirar profundamente.
• Sólo importa la actualidad. No piense en lo que podría pasar.
• Acepte sus sensaciones. El ataque pasará pronto.
• Mida su ansiedad Puntúe su ansiedad del 10 (máxima) al 1 (mínima). Observe cómo decrece, va disminuyendo la ansiedad.
• No escape de la situación. Si huye o evita la situación, la próxima vez será más difícil.
• Respire despacio y profundamente. Concéntrese en la respiración.
• Distráigase. Estudie su entorno con mucha atención.
• Hable con alguien. Cuéntele a un buen amigo qué siente.
• Concéntrese A medida que las sensaciones vayan desapareciendo, vuelva a pensar en lo que estaba haciendo antes del ataque.

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