TERRORES NOCTURNOS

11 de abril de 2012

¿SON LOS TERRORES NOCTURNOS DE LOS NIÑOS COMO LAS PESADILLAS?

En realidad no, y es importante saber distinguirlos para así poder actuar de forma adecuada. Hay varios puntos a tener en cuenta para saber si se trata de uno o de otro caso.
Las pesadillas son sueños que dan miedo y se producen en lo que llamamos fase REM (hacia la segunda mitad de la noche), que es la fase en la que precisamente se sueña y cuando esto ocurre el niño/a se despierta totalmente. En cambio, los terrores nocturnos se producen en un estado de vigilia parcial, que es una fase muy profunda pero que carece de sueños (entre 1 y 4 horas después de dormirse, en el Estadio IV de la fase del sueño NO REM).
Los padres se darán cuenta de que ha tenido su hijo una pesadilla después del sueño porque se despierta, llora o le llama, pero nunca durante la misma pesadilla. Es contrario a lo que ocurre con el terror nocturno, que el niño llora y se mueve con brusquedad en el mismo momento en que se produce, y se calma cuando la crisis ha pasado.
En las pesadillas el niño sigue llorando incluso cuando está despierto, y en los terrores suele ocurrir que se sienta en la cama, puede dar golpes contra algo, un objeto, obstáculo,…puede incluso correr de un lado a otro, parece como si el niño mostrase rabia, miedo y/o confusión, pero que desaparecen por completo cuando se despierta.
El niño se sentirá seguro y protegido si sus padres o uno de ellos está presente, e incluso es bueno que se le coja con cariño en los brazos y se le consuele, si se trata de una pesadilla. Pero en los terrores el niño no se da mucha cuenta de si los padres están o no allí e incluso puede darse el caso de que los rechace o llore y se altere más si se le coge en brazos.
A la hora de volver a dormirse el que ha sufrido una pesadilla suele retrasarse debido a que sigue sintiendo miedo, lo que no ocurre si es un terror, ya que como no es muy consciente de lo que está pasando tiende a dormirse rápido.
Las pesadillas pueden describirse, contarse(si es lo suficientemente mayor), pero en los terrores no existe recuerdo de haber estado soñando o de lo que ha ocurrido mientras sucedía.
¿POR QUÉ NUESTRO HIJO TIENE MIEDO?
Aquí hay varios factores que hacen que un niño/a pueda llegar a desarrollar un tipo de miedo:
Aprendizaje: la pregunta correcta sería ¿cómo aprendemos a tener miedo o ansiedad?. Todos sabemos que si actuamos de una determinada manera delante de nuestros hijos posiblemente, con muchísima probabilidad, nos imitarán, es decir, que si por ejemplo una madre o un padre tiene una actitud de huída ante ciertos animales, los perros, pongamos por caso, no es imprescindible que su hijo haya sido mordido o abordado por uno de ellos, solamente con observar qué hace su papá o su mamá cuando se acerca este animal será suficiente para que el niño perciba ese miedo, y aunque no pueda explicar por qué comenzará a sentirlo a partir de ese momento.
Los momentos que implican un cierto distanciamiento físico del niño con respecto a sus padres puede ser vivido como una amenaza para él, con miedo a separarse de ellos. En este sentido hay varios momentos en la corta vida del niño que son muy importantes en el sentido de que es el propio niño el que tiene que aprender a controlar su comportamiento y también sus funciones orgánicas:
• El momento de controlar la vejiga (la orina) y el intestino (las defecaciones). Ya no depende de sus padres para hacer sus propias necesidades.
• La relación con los amigos: es la época de aprender a relacionarse, en el parvulario, la escuela,…, y son personas diferentes a los padres, que hasta ahora eran su círculo habitual.
• Se empieza a dar cuenta de las normas que hay en casa, y por lo tanto, existe la posibilidad de que no esté de acuerdo con ellas.
El descubrimiento de la sexualidad y también de lo que es la muerte, Dios, el diablo, que para ellos son difíciles de entender a esa edad tan temprana. En este sentido también las películas de miedo ejercen una influencia en el miedo, por la misma razón que se apuntaba antes, el no saber quizás distinguir de forma correcta dónde está la realidad y dónde la ficción. O también personajes como “el coco” o “el hombre del saco”, que tanto temíamos todos en nuestra infancia.
La enfermedad de uno de los padres es motivo de que el niño pueda sentirse culpable, ya que comienzan a darse cuenta de sus propias emociones, de lo que sienten, y entre ellas la rabia, los celos, la tristeza,…y si en algún momento han sentido esto por los padres posiblemente pueden tener la fantasía de que ellos mismos han podido provocar su enfermedad.
El cambio de habitación, de los padres a tener la suya propia donde dormir. O en el momento de dormir solo cuando anteriormente lo hacía con uno de los hermanos.
El nacimiento de un hermano suele ser motivo de cierta ansiedad por el despertar de los celos: por ejemplo, sucede que cuando nace el nuevo hermano duerme en la misma habitación que los padres y puede ocurrir que el hermano mayor se sienta desplazado durmiendo en otra habitación solo, y lo puede vivir como que el nuevo hermanito acapara a los padres (todo para él solo).
Hay algo importante a tener en cuenta y es el hecho de prestar atención a cómo actuamos en los momentos críticos de posible separación para que el niño no se sienta, como hemos dicho antes, culpable de esta.
¿QUÉ SIGNIFICA ACOSTARSE, IRSE A DORMIR?
Significa pasar del estado consciente a inconsciente, lo que implica relajación progresiva del cuerpo y de sus facultades mentales y cognitivas. Esta relajación se puede mediar con rituales que lo faciliten, como hacemos también los adultos leyendo un rato antes de irnos a dormir, o escuchar la radio o música relajante, o bajar la iluminación de la habitación con una luz más tenue. Con los niños se pueden hacer cosas como contar un cuento, darse un baño caliente, beber un vaso de leche templada sin estimulantes (café, cacao, etc.), o como se hacía antiguamente con el rezo, las oraciones antes de dormir,… también se pueden utilizar estrategias que el mismo niño se inventa, como dormir con su juguete preferido, un peluche, o su manta favorita; en el sentido de ser juguetes queridos y le sirven para encontrarse más cómodos y tranquilos y le ayudarán a desarrollar la sensación de tener el control sobre su mundo. En este sentido es importante no quitárselo cuando se haya dormido, pues si se despierta se sentirá más seguro al verlo a su lado; también es importante que lo elija él mismo, aunque se pueden hacer sugerencias. La idea principal consiste en no necesitar de los padres, el objeto ya hace esa función tranquilizadora. Si lo que le ocurre es que tiene miedo a la oscuridad se puede escuchar una música relajante o bajar progresivamente la iluminación, con una bombilla cada vez más ligera, tenue, hasta que finalmente ya no la necesite. Como ocurre con el juguete tampoco aquí se debe apagar la luz cuando el niño se haya dormido, ya que volverá a angustiarse al despertarse y observar que no está encendida.
¿QUÉ SE DEBE Y QUÉ NO SE DEBE HACER?
Nos referimos a qué cosas hacemos los padres que puedan estar ayudando a mantener un problema de este tipo:
Mostrar demasiada preocupación o ansiedad cuando el niño tiene estos miedos, ya que con ello lo que hacemos es demostrarles que sí es “muy grave y terrible”, que realmente existe aquel objeto tan terrorífico que tanto teme. Por ejemplo: si está convencido de que hay un monstruo en la habitación no es aconsejable “buscar” al monstruo, ya que con ello le decimos que creemos que realmente puede existir. En estos casos lo importante es mostrarnos tranquilos y no alarmados. Una estrategia que suele funcionar consiste en que uno de los padres pase un rato durante el día en la habitación del niño realizando una actividad tranquilizadora como leer o escuchar música, así comprobará que no pasa nada, que realmente no existe ningún monstruo.
No permitir que el niño se acueste en la cama con sus padres, y esto por dos razones: por un lado porque los movimientos y las interrupciones en el sueño de una persona estimulan al que está durmiendo a su lado a despertarse más frecuentemente y hace que se cambie el estadio del sueño, por  lo que impide que se duerma de forma adecuada. Además uno de los aprendizajes de los niños es a dormir solo, para que él mismo se perciba como independiente e individual, y es un proceso esencial para su desarrollo psicológico. Yendo más allá, podemos decir que si los padres deciden separarse y se ha producido este comportamiento, el niño puede sentirse culpable de dicha separación. Si analizamos estos casos, veremos que si su hijo está “demasiado asustado” y usted lo mete en su cama no le está ayudando, ya que realmente lo que ocurre es que hay una razón para que sienta tanto miedo y lo correcto será averiguar qué es lo que ocurre. Por esto es importante una charla diaria antes de irse a dormir, de este modo sabremos qué cosas le angustian, qué le ha ocurrido durante el día que haya podido ponerle nervioso,…y aquí nuestro papel como padres será escucharlos, intentar entender su punto de vista de lo sucedido y tranquilizarlos y apoyarlos.
Si el niño tiende a llamarlos durante la noche porque siente temor, y realmente han comprobado que son terrores nocturnos, no acudir a la 1ª llamada, esperar a la 2ª o la 3ª si hay llanto.
En el caso de que no quiera irse a dormir, quedarse un rato con él le puede tranquilizar, y aquí hacer uno de los rituales que antes hemos apuntado le calmará hasta que se tranquilice.
Otra cosa importante a señalar es que rituales como el baño caliente, la leche templada, etc., han de ser fijos, se han de establecer de entrada siempre, ya que son por sí mismos tranquilizadores, que es lo que se pretende a la hora de irnos a dormir.
Evitar no hacer diferencias en el trato cuando el niño tiene miedos y cuando no los tiene, ya que si le tratamos de otra manera puede acabar utilizando el miedo para lograr esta atención especial, para que los padres estén más con él o por él.
Si hay terrores nocturnos es porque hay situaciones, vivencias cotidianas que le han producido esa ansiedad o miedo y ellos lo proyectan en elementos imaginarios como monstruos o la oscuridad. Así pues, es imprescindible crear un espacio de diálogo o juego compartido con los adultos donde se puedan trabajar y expresar esos miedos y lo que lo produce, que puede ser por un examen, una pelea, el percibir posibles problemas en la pareja de sus padres, el miedo a que muera alguien (si han vivido una muerte cercana), etc.
Cuando son muy pequeños, bebés, los niños asocian el irse a dormir con los rituales que se producen en esos momentos, y si es un hábito acunarlo, arrullarlo, cantarle nanas, el chupete, … ¡cuidado!, porque en sí mismos son inofensivos, siempre que no sean eso, rituales. Entonces, ¿cómo solventarlo cuando llora a la hora de irse a dormir?. Comenzar por deshabituarlos e insistir en nuevas asociaciones más “sanas”, que ya hemos apuntado antes. Y sobre todo armarse de mucha paciencia, sólo así se podrá solventar, y si realmente el problema persiste en el tiempo y se está desesperado el consejo final es que acudan a un profesional (psicólogo infantil) para que les asesore adecuadamente.

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