EL SIGNIFICADO PSICOLÓGICO DE LAS FIESTAS Y LA NAVIDAD

16 de enero de 2012

Podemos empezar haciendo una diferencia que queda muy clara en lengua inglesa (no en las nuestras), y es  la diferencia entre:

a) Holly days= días santos= festividades o fiestas religiosas donde se hacen una serie de ritos o prácticas religiosas. Son: Cuaresma (días de ayuno), Pascua y Navidad.

b) Holidays=días de fiesta= festividades más seculares y universales.

Bien, podemos preguntarnos, pero ¿qué significado y sentido han tenido y continúan teniendo las festividades a lo largo de la historia de la humanidad?:

Las primeras festividades organizadas y celebradas con regularidad en las culturas primitivas:

– Eran un conjunto de ritos

– Básicamente eran de 2 tipos:

a) las que tenían por objeto invocar y garantizar la fertilidad y con ella el nacimiento y renacimiento de la naturaleza (plantas, animales y hombres)

b) los ritos de paso: que o bien señalaban la transición de una etapa a otra de la vida del hombre y su maduración (ej.: los sacramentos cristianos: bautismo, primera comunión, confirmación, matrimonio, extremaunción, sacerdocio) o bien las que señalaban la transición de una estación a otra del año.

¿QUÉ SIMBOLIZAN LA NAVIDAD Y PASCUA?

En la actualidad, Pascua y Navidad son las 2 fiestas religiosas más importantes de nuestra cultura occidental cristiana (independientemente de que sea católica o protestante) y podemos decir que ambas solemnizan y celebran el nacimiento:

1) La Navidad celebra el nacimiento del Niño Jesús en Belén: la venida del Redentor a la Tierra, el inicio de su vida terrenal.

2) La Pascua celebra la muerte y resurrección, por tanto, renacimiento de Jesucristo: es decir marca el final de su vida terrenal e inicio de su vida celestial.

 Ambas festividades coinciden con momentos de cambio de estación:

1) La Navidad (25 de diciembre) coincide con el solsticio de invierno: el día del año que señala el inicio del invierno y que es el día es más corto y la noche más larga, donde hay menos horas de luz: marca pues simbólicamente el punto más frío, donde el Sol (el astro rey) es más lejano en el movimiento de traslación, donde calienta menos, y toda la naturaleza inicia un proceso de dormirse. A partir del día de Navidad los días empiezan a alargarse. 

2) Pascua, celebrándose en Marzo o Abril coincide siempre con el inicio de la primavera: marca el punto donde el sol empieza a calentar más y la naturaleza empieza a despertarse, a renacer después del sueño invernal.

¿PARA QUÉ SIRVEN O SERVÍAN ESTAS CELEBRACIONES?

Estas coincidencias de estas 3 fiestas (Navidad, Pascua y San Juan) con momentos de cambios del sol y de su acción sobre la naturaleza no son casuales: precisamente por ser momentos claves que señalan el paso de una estación a otra dentro del ciclo vital anual, desde el inicio de la humanidad se tomaron como fechas especiales y se crearon RITUALES.

El RITUAL era un reconocimiento del hombre de las regularidades de la naturaleza, de la repetición de cada una de las etapas que componen el ciclo natural del año

¿PARA QUÉ SERVÍAN ESTOS RITUALES?

Servían para celebrar, invocar la continuidad de dicho ciclo y ligarlo con las diferentes actividades humanas, sobre todo, la agricultura, por se precisamente la que está estrechamente ligada a la madre naturaleza: marcaban tiempos de cultivo: cuando hay que sembrar, cosechar, guardar la cosecha, etc. Era una manera de asegurarse que todo se va a repetir, de que no hay nada que temer, que los individuos y las comunidades que forman podrán sobrevivir gracias a su reconocimiento del hombre como parte de la naturaleza.

Intentemos imaginar cómo era la vida del hombre agricultor:

El hombre agricultor establece una relación especial con la naturaleza: tiene que conocerla para poder cultivarla, tiene que conocer sus fases naturales para adecuar su acción y que de frutos. La creación de los calendarios (basándose en el ciclo del Sol y de la Luna) tenía el objetivo de: computar el paso del tiempo para facilitar las labores agrícolas y organizar el trabajo de los miembros de la comunidad. En la medida en que el hombre agrícola reconoce su dependencia de la naturaleza (es la madre que lo alimenta) crea ritos para darle gracias, para apaciguar sus iras (tempestades, lluvias torrenciales, vientos, nieves, plagas de insectos, etc.), para invocar sus dones (que llueva en los sembrados, que la cosecha sea buenas), en fin, para asegurarse una buena relación de «hijo» con esta «madre naturaleza».

¿Qué función tiene el SOL en dicho ciclo y en estos ritos?

El astro rey que permite dicho ciclo y, por tanto, la supervivencia del hombres, es el Sol. De aquí que, en todas las culturas a lo largo de la historia, ha habido un culto al Sol. Este culto podía ser directo (venerando al mismo sol) o indirecto, venerando imágenes simbólicas (dioses por ejemplo) que son un substituto más abstracto del astro rey de nuestro sistema: Horus en Egipto, en Grecia, Júpiter en Roma, por ejemplo. También Jesucristo fue investido de una simbología solar: frases bíblicas como «Yo soy la Luz y la Vida: quien cree en mí no morirá, o vivirá para siempre»: la estrella– cometa de Belén, la sangre de Cristo (después toda la leyenda medieval del santo cáliz: el Santo Grial, que daba la vida eterna a quien bebía de él), el Sagrado Corazón de Jesús, la aurea son todos elementos de luz o fuego, son símbolos solares.

Concretamente, en NAVIDAD Y SAN JUAN, encontramos diferentes símbolos solares de vida:

– El árbol de Navidad iluminado con lucecitas y su estrella en lo alto, o la velas que encendemos. Aquí, en Cataluña, la costumbre del «Caga tió», leño que «caga» o da regalos (golosinas) cuando le pegas cantando, y de quemarlo después, es un vestigio de la antigua costumbre pagana (antes de la era cristiana) de encender grandes hogueras en la cima de las montañas para estimular simbólica o mágicamente al sol e incrementar la duración de los días y calentar de nuevo la Tierra.

– Si pensamos en el día de San Juan, vemos esta tradición casi intacta: en la noche más corta del año, las hogueras de San Juan (y también los petardos y fuegos artificiales) son como soles simbólicos que dan luz, que hacen que no exista la oscuridad, que la luz del sol del atardecer del 24 se una a la luz del alba del día siguiente. Esa noche es justamente el solsticio de verano.

Es decir, resumiendo: las 3 fiestas (Navidad, Pascua y San Juan) son festividades solares, que celebran el ciclo de la naturaleza, su renacer periódico.

En cambio existen otro tipo de festividades que podríamos decir que se basan en RITUALES SUBVERSIVOS:

1) Algunas son fiestas tradicionalmente DE LOS NIÑOS y tienen la característica de que en ellas las distinciones de rango o autoridad desaparecen o se invierten: un niño es «rey» o centro de atención el día de su CUMPLEAÑOS; en HALLOWEN (La CASTAÑADA o noche antes del día de Todos los Santos: fiesta de los muertos) puede exigirles cosas a los adultos o incluso hacer que los adultos le tengan miedo; el 28 de Diciembre o DÍA DE LOS INOCENTES pueden gastar bromas y tomar el pelo a los adultos.

2) Esta inversión de roles también se da PARA LOS ADULTOS en los Carnavales. Los CARNAVALES, por una parte, señalan el inicio de la cuaresma (época cristiana de restricciones), de aquí las licencias y excesos (en el comer y en el sexo) que se permitían: comilonas y orgías, junto a fiestas y bailes; y por otra eran unos días de subversión del orden social establecido: uno dejaba de ser lo que era y se disfrazaba de otro personaje, se abolían así simbólicamente jerarquías y privilegios.

Estas inversiones del orden y estas connotaciones mágicas hacen que las festividades tengan un sentido especial y agradable no sólo para los niños sino también para los adultos.

¿QUÉ SIGNIFICADO INCONSCIENTE Y FUNCIÓN PSICOLÓGICA TIENEN ESTAS FESTIVIDADES?

Un niño padece una seria privación si no puede disfrutar plenamente de festividades especiales y a la vez beneficiarse de lo que ésta simbolizan. Tenemos que tener presente que los significados simbólicos que las festividades tienen se integran en nuestra experiencia personal inconsciente del mundo. Y la manera o forma en que estas festividades se celebraban cuando éramos niños puede tener y tiene hondas repercusiones durante el resto de nuestra vida.

Como decía el poeta inglés Lonfellow «Las festividades son los aniversarios secretos del corazón», ¿por qué?

Porque cuando somos niños esperamos con gozo e impaciencia estos días que se repiten año tras año, anticipamos sus placeres (regalos, comidas especiales) durante semanas y semanas, por no decir meses o incluso durante todo el año: quien no ha preguntado siendo niño «¿Y cuando vienen los Reyes?; ¿Y cuándo será mi cumpleaños?; ¿Y cuándo será la noche de San Juan?».

Empecemos a ver qué función cumplen estas festividades en nuestra vida:

– la festividades marcan el paso del tiempo y de nuestra vida de forma agradable y dan un sentido positivo al paso de los días: el repetir cíclico de las cosas nos da una sensación de seguridad.

¿Qué pasa cuando somos adultos? Pues sucede que a menudo nos decimos que no tendríamos que emocionarnos como criaturas ante estas festividades, y negamos esos sentimientos como si fueran tonterías de niño: los reprimimos, los ocultamos ante los demás y ante nosotros mismos. Sin embargo, tienen un significado de vital importancia en nuestro inconsciente

Para entender la función psicológica profunda que desempeñan primero hemos de fijarnos en ¿Cómo se celebran las festividades familiares?

Básicamente la familia se reúne alrededor de una mesa bien colmada: la comida familiar es el rito básico.

Así pues, a nivel psicológico, ¿ qué función cumplen dichas festividades familiares? Pues cumplen una función muy importante: combaten las mayores ansiedades del niño (y también del adulto) tanto a un nivel real como a un nivel simbólico.

¿De qué manera? Pues, básicamente de 2 formas:

a) por una parte, la «reunión de toda la familia o clan» tranquiliza al niño porque le demuestra que si faltaran un día sus padres, hay muchos otros parientes que acudirían en su ayuda en un momento de crisis y le protegerían del abandono; es decir, el hecho de reunirse y renovar los vínculos familiares (tíos, sobrinos, abuelos, etc.) combate el miedo al posible abandono, a la soledad, y consolida el sentimiento de pertenecer a un grupo, de ser alguien reconocido y aceptado en un grupo humano. Somos animales sociales por necesidad: como mamíferos con un largo período de infancia donde la cría no se vale por si sola, la especie humana ha creado estructuras sociales y culturales que refuerzan los lazos entre los miembros del grupo precisamente para garantizar la supervivencia tanto de los individuos concretos como de la especie como tal.

b) Por otra parte, la comida abundante también proporciona al niño (y a nosotros siendo adultos) la seguridad, tanto a nivel real como a nivel simbólico, de que no padeceremos hambre y privaciones materiales.

En resumen, podemos afirmar que las FESTIVIDADES FAMILIARES, como experiencias conscientes y también a nivel inconsciente, son una de las experiencias más tranquilizadoras que podemos vivir: nos calman de las ansiedades más profundas que como humanos podemos experimentar: el miedo al abandono/soledad y el miedo a sufrir miseria y hambre: muerte social o muerte física. De aquí que su celebración y el modo en que se celebren o sean vividas tiene una repercusión de primer orden en la sensación de seguridad interior. Y pensando en los niños, podemos decir que esas festividades son unas de las experiencias más gratificantes y constructivas que podemos proporcionarles para que afiancen su seguridad.

¿QUÉ CAMBIOS SE HAN DADO EN NUESTRA CULTURA RESPECTO A LA MANERA DE CELEBRAR ESTAS FESTIVIDADES FAMILIARES?

Nuestra forma de celebrar muchas festividades ha cambiado bastante. Por ejemplo, la Navidad, que antes era una festividad esencialmente religiosa en la que sólo se hacían regalos a los niños, durante el siglo pasado fue convirtiéndose cada vez más en una fiesta familiar, donde se reunían todos los miembros de la familia y en la actualidad todos se hacen regalos entre sí. En el próximo programa hablaremos con más detalla sobre qué representa la Navidad y los Reyes Magos para los niños.

LA COMIDA FAMILIAR DEL DOMINGO

Por otra parte podemos señalar que hace algunas décadas, existía más tradición que en la actualidad de celebrar «el domingo» en el sentido de comer juntos los de casa aunque no hubiera una festividad especial. Hoy en día, hay familias que aún mantienen dicha tradición, pero en muchas se da el caso contrario: la familia tiende a disgregarse, porque sus miembros se van fuera de «fin de semana» y cada uno se monta el fin de semana por su cuenta.

Pero, aparte de las funciones ya citadas, ¿ qué función particular cumplía o puede cumplir esa «comida familiar de domingo»?

Hace generaciones, los domingos se convertían en este sentido en una verdadera fiesta familiar: eran la ocasión para que se reuniera toda la familia/clan: a lo mejor se juntaban más de quince o veinte personas entre niños y mayores, porque sucedía que las familias solían ser más numerosas y además vivían más cerca unos de otros, tanto a nivel físico como a nivel emotivo y social. Incluso cuando había alguna discusión, esta servía para animar la reunión y pronto se buscaba la manera para resolverla amistosamente, mientras todos disfrutaban alrededor de una mesa bien provista. Los adultos charlaban y disfrutaban de su compañía, mientras los niños jugaban juntos: eran pues ocasiones de oro para consolidar los lazos familiares y para comentar  y resolver los problemas que pudieran tener sus miembros. Ambas cosas permiten aumentar la cohesión de la familia como grupo humano y garantizar su supervivencia emocional y material.

Así, pues podemos preguntarnos ¿ qué perdemos dejando de celebrar esas «comidas familiares de domingo»?. Y tenemos que esperar que vengan fiestas más señaladas como Navidad o Pascua para poder beneficiarnos, tanto mayores como niños, de lo que significa reunirse en familia. Lanzamos estas cuestiones al aire para que nuestros oyentes puedan llegar a sus propias conclusiones.

BIBLIOGRAFIA:

BETTELHEIM, Bruno (1988). No hay padres perfectos. Barcelona: Grijalbo-Mondadori. (Capítulo 27: Días magícos).

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